Los cursos de ARSIS se hicieron muy populares. Por las aulas de la parroquia de San Pablo pasaron más de 250 alumnos. Niños y mayores se apuntaron a sevillanas, cocina, inglés, solfeo, piano, catalán, gimnasia y alfabetización de adultos. Los niños disfrutaban, para los adultos se les abría un universo. Muchos de ellos habían dejado la escuela de niños para trabajar, ahora tenían la oportunidad de estudiar cosas que siempre habían deseado aprender. Para una señora, escribir la primera carta a su hija, o empezar un esbozo de diario personal, supuso momentos de gran emoción. Para otro señor, jubilado, poder tocar el piano fue un hito, un sueño largamente acariciado hecho realidad. Las fiestas de final de curso, con sus festivales y exhibiciones de danza, música y gimnasia, liberaban muchos miedos, timideces y ataduras mentales. Para los profesores resultaba tan gratificante como para los alumnos.
Fui una de ellos. Mis primeras colaboraciones en ARSIS
fueron como profesora de alfabetización y gimnasia. Nunca olvidaré aquellas
clases, la vitalidad y el entusiasmo de las alumnas, su seriedad, sus progresos
y la alegría al conseguir un nuevo logro. Enseñar a los niños es apasionante,
pero enseñar a un adulto con ganas es algo que no se olvida nunca. Cuánta
gratitud, y cuánto te enseñan ellos a ti.
Los cursos de ARSIS eran impartidos por profesores
voluntarios, en algunos casos, y por otros que cobraban. Con las cuotas de los
alumnos se les pagaba y toda la actividad quedaba autofinanciada. Con el
tiempo, otras entidades del barrio y centros cívicos fueron asumiendo esta
tarea formativa y ARSIS se centró en sus proyectos más sociales y humanitarios.
Pero el talante educativo y de potenciar el talento de cada persona ha
permanecido siempre.
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