A partir del año 98 en ARSIS vimos una nueva necesidad:
muchas mujeres inmigrantes, la mayoría de origen marroquí, pero también de
otros países, querían aprender español y catalán. El barrio del Raval es una
zona sencilla de viviendas económicas, por eso la población inmigrante comenzó
a crecer en esos años. ¿La respuesta? Pronto se nos ofreció una voluntaria para
darles clase dos mañanas a la semana. Con los años, el voluntariado se amplió y
pudimos ofrecer clases también por la tarde-noche, a un grupo de hombres.
Bautizamos a este proyecto Abriendo Puertas, pues la finalidad no era sólo
enseñar el idioma, sino familiarizar a los alumnos con nuestra cultura y
facilitar su integración en todos los sentidos: social, cultural, incluso
laboral.
Clase de mujeres con (grupo de mañanas).
El proyecto se conectó con otras dos actividades de ARSIS: la
orientación laboral y la asesoría legal. Al principio todo funcionó con
voluntariado. Con el tiempo, como el número de alumnos crecía y tuvimos que
ampliar horario, acabamos remunerando a las profesoras. Nuevamente tuvimos que
buscar ayudas… ¡pero las ayudas salieron! Desde la administración se fomentó
mucho toda iniciativa que contribuyera a la inserción de los inmigrantes.
Nuestro proyecto recibió incluso un premio, con dotación económica, de la
Fundación Agrupación Mutua.
Grupo de alumnos de la tarde, en la entrega de diplomas con su profesora.
La experiencia de las profesoras fue hermosa. Se hicieron
amigas de sus alumnas. Entre mujeres intercambiaron mucho más que enseñanzas:
compartieron pedazos de sus vidas, celebraciones, delicias culinarias, bailes,
excursiones y salidas culturales al Museo de Badalona y a otros lugares de la
ciudad. Cada año las alumnas organizaban la fiesta de final de curso. Las mesas
del aula se llenaban de pastas árabes y té aromático que llenaba el espacio de
olor a menta. Venían ataviadas con sus vestidos tradicionales y traían sus músicas.
Florecieron muchas historias de apoyo y amistad entre ellas. Estas clases las
hicieron salir de su encierro en casa, alejando el peligro de aislamiento y
soledad. En cuanto a los hombres, el grupo era mucho más variado: africanos,
paquistaníes, árabes, rusos, polacos… Pero la experiencia fue igualmente
enriquecedora y pudimos ayudar a varios de ellos, no sólo con el idioma, sino a
encontrar trabajo.
Fiesta de final de curso del grupo de mujeres.
Los abogados voluntarios que colaboraron con nosotros también ayudaron a regularizar la situación de un buen número de personas, de manera altruista.
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